ATRIBUTOS DE UN DESOBEDIENTE



ATRIBUTOS DE UN DESOBEDIENTE
1 SAMUEL 9:1,2,17
“Había un varón de Benjamín, hombre valeroso, el cual se llamaba Cis, hijo de Abiel, hijo de Zeror, hijo de Becorat, hijo de Afía, hijo de un benjamita. Y tenía él un hijo que se llamaba Saúl, joven y hermoso. Entre los hijos de Israel no había otro más hermoso que él; de hombros arriba sobrepasaba a cualquiera del pueblo. Y luego que Samuel vio a Saúl, Jehová le dijo: He aquí éste es el varón del cual te hablé; éste gobernará a mi pueblo.”
La Biblia narra que Saúl era de hermoso parecer. De estatura de hombros era superior a los demás. Dotado de un atractivo físico extraordinario, lo cual nos enseña que cuando analizamos La Escritura, debemos ser objetivos, porque muchas veces nos preguntamos ¿Cómo al Señor se le ocurrió elegir a Saúl como rey de Israel? Veamos entonces si el Señor se equivocó o no al hacer tal elección. Para ello nos apoyaremos en los siguientes principios para sustentar esta enseñanza:
1)   La baja autoestima, nunca debe ser confundida con humildad. La primera es una condición humana. La segunda es un valor, muy parecido a un fruto del Espíritu llamado mansedumbre, pero no es lo mismo. Cuando hablamos de humildad, nos referimos a una disposición propia de deponer muchas actitudes, doblegar posiciones, deslastrarnos de nuestras cadenas que hemos construido durante el desarrollo de nuestras vidas, al fragor del fuego que producen los logros y la autorrealización. La humildad nos lleva a decir como el apóstol Pablo en Filipenses 3:8 “Y ciertamente, aun estimo todas las cosas como pérdida por la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor, por amor del cual lo he perdido todo, y lo tengo por basura, para ganar a Cristo.”
2)   Los temores y los complejos profanan el liderazgo y empobrecen el carácter que debe dominar el ser de quien lo posee. Cuando tenemos temores y complejos, tales sentimientos merman nuestro liderazgo. El hijo de Dios no debe tener complejos ni temores porque Dios lo ha llamado a servicio. Cuando Dios te llama, no pienses que ha sido producto de la casualidad. Cuando el predicador te hizo el llamamiento a arrepentimiento, no fue que mientras desarrollaba su mensaje te vio y se le ocurrió extenderte el llamamiento. Desde antes de que tus ojos vieran la luz, ya Dios tenía planes con tu vida. Es decir, ya él había depositado en ti dones, “Por lo cual dice: Subiendo a lo alto, llevó cautiva la cautividad, Y dio dones a los hombres.” Efesios 4:8. También, establece La Escritura que “Toda buena dádiva y todo don perfecto desciende de lo alto, del Padre de las luces, en el cual no hay mudanza, ni sombra de variación.” Santiago 1:17. Por lo tanto, nada admirable que haya en el creyente es congénito ni de suyo, ya que el hombre nace con talentos, pero los dones los da el Señor.
3)   La falta de valentía del líder denota una forma natural de cobardía pública. Cuando el líder no es valiente, abiertamente con sus actos denuncia sus miedos. Y eso fue lo que le aconteció a Saúl cuando fue probado frente al gigante filisteo. Este gigante desafiaba al pueblo de Israel. Lo hacía en la mañana y en la tarde de manera reiterada. Saúl era el hombre que poseía las características necesarias para enfrentarlo pero no lo hacía. Permitía que el enemigo, el filisteo, ofendiese al pueblo de Dios. Era él el llamado a hacerle frente al gigante porque está demostrado en La Palabra que Dios lo había dotado de la capacidad necesaria a la medida de las circunstancias en las cuales le había tocado reinar.
4)   La cultura perdidosa utiliza la envidia como el factor motivador de las acciones. Cuando la persona se acostumbra a perder batallas, entonces no le queda otra que recurrir a la envidia para atacar a aquel que está alcanzando la victoria. Comúnmente pedimos a Dios que envíe obreros a su mies, pero cuando Dios nos oye y trae a la iglesia hermanos que aman la obra del Señor y comienzan a desarrollarse, entonces estos son víctimas de ataques y críticas, tales como: ¿Y este qué se cree? Clamamos a Dios para que traiga voces excelentes que integren el ministerio de adoración de la congregación, y cuando Dios lo hace, se oye a muchos decir ¡Este se cree que es el que más bonito canta! Muy distinto comportamiento tiene el que es espiritual, que dice: ¡Señor, gracias por este hombre o esta mujer que has traído a la iglesia, porque es un ejemplo de búsqueda y motivación a los demás! Juan El Bautista, no sintió envidia de aquel que surgía con un ministerio mucho más brillante que el suyo. Al observar a su relevo desde la distancia expresó: “…He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo.” Juan 1:29.
5)   Un hombre dominado por sus emociones y su orgullo exacerbado sólo pretende inútilmente esconder su inseguridad. Saúl tenía una característica principal en su vida y esta era la inseguridad. Dubitativo, tenía la autoestima por el piso. No se consideraba importante delante de Dios ni realzaba el valor que Dios le había dado a su vida. Muchas veces nosotros solemos ser iguales a Saúl. Nos subestimamos, creemos que no somos capaces de emprender el trabajo que Dios ha puesto en nuestras manos, y de eso se aprovecha el enemigo para detener el avance de la obra del Señor. Vivimos escondidos entre el bagaje. Ya Jehová le había revelado a Samuel que ungiese como rey a Saúl, y cuando se iba a celebrar el servicio para ungirlo, ya todo estaba listo, el pueblo reunido, la vasija con el aceite, pero este no aparecía. Tuvieron que consultar al Señor dónde estaba el próximo rey de Israel y resulta que se encontraba escondido en el bagaje. Dios lo estaba llamando y él escondido. (1 Samuel 10:20-22).
Ahora bien, los atributos de un desobediente podemos verlos de la siguiente manera: Saúl fue un hombre ungido por Dios como rey de “su” pueblo. No como rey del pueblo, sino como rey de “su” pueblo, porque “…un día antes que Saúl viniese, Jehová había revelado al oído de Samuel, diciendo: Mañana a esta misma hora yo enviaré a ti un varón de la tierra de Benjamín, al cual ungirás por príncipe sobre mi pueblo Israel, y salvará a mi pueblo de mano de los filisteos; porque yo he mirado a mi pueblo, por cuanto su clamor ha llegado hasta mí.” 1 Samuel 9:15,16. De manera que Saúl era portador de los dones necesarios para reinar sobre el pueblo de Dios, no por el tiempo en que lo hizo, sino por muchos años más. No obstante, Saúl no entendió que en el Señor, el reinado tiene fines eternos, ya que ese trono sería heredado por el Rey Jesús para siempre.
Saúl era heredero de una cepa genética muy valiosa. Veamos los que nos dice La Escritura en 1 Samuel 9:1 “Había un varón de Benjamín, hombre valeroso, el cual se llamaba Cis, hijo de Abiel, hijo de Zeror, hijo de Becorat, hijo de Afía, hijo de un benjamita.” Saúl no era menos. Por esa razón este joven es descrito de esa manera en el texto bíblico: “Y tenía él un hijo que se llamaba Saúl, joven y hermoso. Entre los hijos de Israel no había otro más hermoso que él; de hombros arriba sobrepasaba a cualquiera del pueblo.” 1 Samuel 9:2. No podría entonces esperarse menos de un hijo de Cis, hombre de alta valía. Por ello, Dios lo escogió. Seleccionó lo mejor de entre el pueblo.
Benjamín, de los doce hijos de Jacob, fue el único que nació en Canaán. Venía de regreso Jacob desde Betel, cuando a Raquel le sobrevino el parto y no sobrevivió a este. Al nacer el bebé, su madre convaleciente le llamó Benoni (hijo de mi dolor). Luego su padre le llamó Benjamín (hijo de mi mano derecha). Es así que el Señor estaba eligiendo como rey a un hombre de una tribu descendiente del único de los hijos de Jacob que había nacido en la tierra prometida. También debemos resaltar que el Señor estaba llamando al reino a un hombre proveniente de la última tribu, la más pequeña, porque esa es la naturaleza de él, utilizar a lo pequeño de este mundo para avergonzar a los sabios. De lo más insignificante según nuestra óptica, Dios hace grandes cosas. De esta tribu el Señor dice que “Benjamín es lobo arrebatador; A la mañana comerá la presa, Y a la tarde repartirá los despojos.” Génesis 49:27. Los benjamitas eran un grupo selecto dentro del ejército de Israel. Constituían un grupo de asalto, entrenados y también cumplían con la función de francotiradores, por su valentía y acierto. Estas habilidades particulares de los descendientes de esta tribu, el Antiguo Testamento las describe así: “Sino que los de Benjamín se juntaron de las ciudades en Gabaa, para salir a pelear contra los hijos de Israel. Y fueron contados en aquel tiempo los hijos de Benjamín de las ciudades, veintiséis mil hombres que sacaban espada, sin los que moraban en Gabaa, que fueron por cuenta setecientos hombres escogidos. De toda aquella gente había setecientos hombres escogidos, que eran zurdos, todos los cuales tiraban una piedra con la honda a un cabello, y no erraban.” Jueces 20:14-16.
De la descendencia de esta tribu, surgió un hombre y una mujer que Dios utilizó para evitar que su pueblo pereciera en Babilonia: Ester y Mardoqueo. (Ester 2:5-7). “También, hubo un hombre que nació muchos años después, de nombre Saulo de Tarso, que decía, tratando de resaltar la importancia de sus ancestros, “Circuncidado al octavo día, del linaje de Israel, de la tribu de Benjamín, hebreo de hebreos; en cuanto a la ley, fariseo.” Filipenses 3:5. Habida cuenta, Saúl no era cualquiera. Poseía talentos, estaba dispuesto de recursos y capacidades para poder desempeñar su cargo como rey. Veamos: La unción de Jehová estaba sobre él (1 Samuel 10:6,10). Profetizaba, de manera que se hizo común en Israel y “el pueblo decía el uno al otro: ¿Qué le ha sucedido al hijo de Cis? ¿Saúl también entre los profetas?” (1 Samuel 10:11b). Esto nos enseña que lo importante no es tan sólo la apariencia física, la belleza y el cuerpo atlético, sino que haya vida de Dios en nosotros y unción del Espíritu. Así era Saúl, un hombre con todas las cualidades para representar al pueblo de Dios.
Tal era la virtud de este hombre que cuenta la Biblia que en una ocasión, Nahas amonita propuso a los de Jabes de Galaad que la condición para hacer alianza con ellos era que cada uno se sacara el ojo derecho y se convirtiesen en sus servidores. Esto llegó a oídos de Saúl, el Espíritu de Jehová vino sobre él, y se indignó de tal manera por la afrenta pretendida que convocó a trescientos treinta mil hombres a la guerra contra los de Amón y los venció. (1 Samuel 11). Entonces, se equivocó Dios al escoger a Saúl? Nosotros estamos llamados a constituirnos hombres y mujeres cimentados en la Roca que es Cristo Jesús, y esta exigencia abarca no sólo a los avanzados en edad, sino también a los jóvenes de la congregación, que a pesar de su lozanía deben asumir compromisos serios y firmes con Dios. Prepararnos para ministrar esperanzas a los más débiles en la fe. No convertirnos en apagafuegos espirituales. Que cuando alguien se te acerque con aflicción de espíritu, no lo derribes, sino que lo levantes con palabras de aliento y de fortaleza.
Saúl consideraba que no tenía la capacidad para llevar hacia adelante su ministerio. La Escritura nos relata que “Saúl respondió (a Samuel) y dijo: ¿No soy yo hijo de Benjamín, de la más pequeña de las tribus de Israel? Y mi familia ¿no es la más pequeña de todas las familias de la tribu de Benjamín? ¿Por qué, pues, me has dicho cosa semejante?” (1 Samuel 9:21). Se menospreciaba a sí mismo y evidentemente eso lo usaba el enemigo para que no accionara. No estimaba valiosa su estirpe, su ascendencia, que tenía la mayor posesión de tierras en toda Canaán. Dios le dio atractivo físico (1 Samuel 9:2), le dio un nuevo corazón (1 Samuel 10:9), tenía la unción de Dios y le fue dada profecía (1 Samuel 10:10), y como si fuese poco, el apoyo y dirección del vidente Samuel, el Juez más emblemático de la historia del pueblo hebreo. No obstante, a pesar de todas estas prebendas, Saúl fracasó estrepitosamente. Ahora, ¿Por qué fracasó Saúl? ¿Dios se equivocó al elegirlo como rey para que gobernara sobre su pueblo? La respuesta es simple pero trágica: porque no le permitió a Dios ser el Señor de su vida. Si él fuese sido menos impaciente, si fuese hecho uso oportuno del dominio propio y no se fuese dejado manipular por sus impulsos, si fuese sido menos agresivo y capaz de entender que hay cosas que no le correspondía hacer, que cada elemento en la obra del ministerio tiene su lugar, su orden y su tiempo, otra fuese sido la historia. Figurativamente, Jesús fuese heredado el reino de Israel de sus manos. (1 Samuel 13:13). Algo que Dios abomina es la autosuficiencia y la dualidad de ánimo. No pudiendo controlar sus emociones, Dios tuvo que hacerse de otro hombre, quizás con menos atributos físicos, pero conforme a su corazón para llevar hacia adelante su plan.

Por: ISAÍ VEGAS CASTRO
Lima, Agosto de 2018
Imagen de: jw.org

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