CIELO NUEVO Y TIERRA NUEVA



CIELO NUEVO Y TIERRA NUEVA
Apocalipsis 21:1
Vi un cielo nuevo y una tierra nueva; porque el primer cielo y la primera tierra pasaron, y el mar ya no existía más.
            Comúnmente escuchamos decir: “vamos al cielo por la eternidad”, o “mamá está en el cielo” o “la iglesia verdadera se irá al cielo y viviremos allí para siempre”.  No es que tal aseveración sea del todo incorrecta, pero en esa misma proporción, no es del todo acertada. En realidad, el hombre no fue creado para habitar en el cielo. Y así como el infierno no fue creado para el hombre (Mateo 25:41), el cielo, ese lugar donde Dios habita, tampoco fue creado para que el hombre pase la eternidad. (Mateo 5:5 ; Génesis 2:15).
            Veamos lo que establece 2 Pedro 3:13, “Pero nosotros esperamos, según sus promesas, cielos nuevos y tierra nueva, en los cuales mora la justicia.” Tal parece entonces, que la Biblia trata de indicarnos que no será el cielo, entendiendo este término como ese lugar donde Dios tiene su trono, en el cual vivirá el hombre luego de que entregue el cuerpo y su espíritu vuelva a Dios. (Eclesiastés 12:17).
            Habida cuenta, podemos sostener que el plan primigenio de Dios fue que el hombre habitase en la tierra y se enseñorease de ese regalo que le confió su creador. La razón elemental es el hecho de que si la voluntad de Dios fuese sido que el hombre habitase en el cielo, lo fuese puesto allí y no en el huerto del Edén.
            De manera que, ese plan inicial, frustrado en parte por el pecado original, va a seguir su curso, y para ello, fue provisto Jesús, para redimir el pecado del hombre y hacerlo coheredero, juntamente con él de lo que fue creado por medio de él y para él. (Colosenses 1:16).
            Observemos lo que nos revela el libro de los Hebreos, en el capítulo 2, versículos 5 al 8: “Porque no sujetó a los ángeles el mundo venidero, acerca del cual estamos hablando. Pero uno ha testificado en cierto lugar diciendo:

¿Qué es el hombre para que de él te acuerdes, o el hijo del hombre para que te intereses en él? Le has hecho un poco inferior a los ángeles; le has coronado de gloria y honor, y le has puesto sobre las obras de tus manos; todo lo has sujetado bajo sus pies. Porque al sujetarlo todo a él, no dejó nada que no le sea sujeto. Pero ahora no vemos aún todas las cosas sujetas a él.”
            En estos versículos podemos ver que existirá un mundo futuro, por venir, que Dios no sujetó a seres angelicales sino al hombre, haciendo la salvedad el escritor, inspirado por el Espíritu Santo, que para que ese mundo venidero, sideral, se manifieste, deben acontecer previamente una serie de eventos que provocarán su desenlace.
            Uno de esos eventos necesarios será el confinamiento de Satanás al lago de fuego que arde con azufre, junto a los reprobados en el juicio del gran trono blanco, el Anticristo y el Falso Profeta. Obviamente, sin este acontecimiento, el cielo nuevo y la tierra nueva serían imposibles de establecer.
            Otros eventos previos, en orden regresivo serían, la guerra de Gog y Magog, descrita en Apocalipsis 20:8, el Reino Milenial de Cristo, la guerra de Armagedón, y mucho más allá, la Gran Tribulación y el rapto de la iglesia.
            Ahora bien, el escritor del libro de Apocalipsis, en el capítulo 21, ve un cielo nuevo y una tierra nueva. Esta visión en un plano singular, nos hace pensar que se refiere no al universo en pleno, sino a lo que alcanzan a ver sus ojos, desde donde él se encuentra. En ese sentido, se refería Juan a la parte visual de la tierra y el cielo. En absoluta concordancia, el Apóstol Pedro relata lo mismo en el tercer capítulo de segunda epístola, versículos 7, 10 y 12: “pero los cielos y la tierra que existen ahora, están reservados por la misma palabra, guardados para el fuego en el día del juicio y de la perdición de los hombres impíos. Pero el día del Señor vendrá como ladrón en la noche; en el cual los cielos pasarán con grande estruendo, y los elementos ardiendo serán deshechos, y la tierra y las obras que en ella hay serán quemadas. Esperando y apresurándoos para la venida del día de Dios, en el cual los cielos, encendiéndose, serán deshechos, y los elementos, siendo quemados, se fundirán”           
            Siendo entonces que todos los elementos sólidos de esta tierra serán desechos (2 Ped. 3:12), y la desaparición del primer cielo y la primera tierra junto con el mar, Dios nos promete a los que nos hacemos sus hijos por medio del sacrificio de Jesucristo, un cielo nuevo y una tierra nueva. El hecho de que Juan ve “la Nueva Jerusalén, descender del cielo, de Dios…” (Ap. 21:2), y oye una voz del cielo, nos confirma que ese “cielo nuevo”, no es el mismo donde Dios tiene su trono, el mismo al cual nos referimos con frecuencia, cuando afirmamos esperanzados, al que vamos a ir luego de la muerte física.
            Al respecto los antiguos, entre ellos Abraham, no esperaban un cielo, sino un lugar donde estaría una “ciudad que tiene fundamentos, cuyo arquitecto y constructor es Dios.” (Heb. 11:10).
            ¿Por qué es necesario  un cielo nuevo y una tierra nueva?
            El vocablo griego utilizado por Pedro y por Juan (2 Ped. 3:13 y Ap. 21:1), es el mismo: kainos, que significa renovación y aduce lozanía, a diferencia de neo, el vocablo griego que se refiere a edad.
            La misma creación gime por esta inevitable e imprescindible renovación (Rom. 8:19, 21, 22).
            Es perentorio estimado lector. “Cosas que ojo no vio, ni oído oyó, ni han subido en corazón de hombre, son las que Dios ha preparado para los que le aman.” (1 Cor. 2:9).

Isaí Vegas Castro
Lima, Octubre 2019
Imagen tomada de vidaesperanzayverdad.org

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